Para muchos de nosotros es muy fácil comprender o tratar de entender a los integrantes de nuestra familia, las puertas de nuestro hogar siempre están abiertas para ellos por considerarlos como una parte de nosotros mismos y aún más cuando somos padres pues consideramos que tenemos muchas cosas en común y nos sentimos muy identificados con nuestros hijos, sin embargo, cuando alguna persona ajena se encuentra en discrepancia con nosotros, siendo sinceros ¿en realidad somos tan tolerantes como con nuestros familiares?



Este escrito está basado en una leyenda urbana que nos invita a concientizar un poco de lo empático o apático que podemos llegar a ser.

La guerra de Vietnam había terminado y después de haber pasado años en combate, un soldado estaba listo para volver a casa y estar de nuevo al lado de sus padres a los que llamó antes de tomar el vuelo que lo llevaría a Phoenix. En esa llamada les dice que llevaría a uno de sus compañeros de combate para que lo conocieran, además probablemente pasaría un tiempo con ellos pues no tenía familia y en uno de los combates había sido gravemente herido; perdiendo un brazo y una pierna. De principio los padres estaban emocionados por el regreso de su hijo y estaban contentos con el amigo que lo acompañaría, sin embargo, al saber su condición los padres se quedaron sin habla.



Después de unos minutos en silencio, los padres informaron a Kennet que lo mejor sería que su amigo se las arreglara por él solo pues una persona con dicha discapacidad tan sólo se convertiría en una carga para ellos y ellos debían continuar con sus vidas, posiblemente alguna asociación u otras personas podrían hacerse cargo de él pero definitivamente ellos no. A pesar de la insistencia de Kennet, fue imposible convencer a sus padres, así que con el corazón destrozado colgó la llamada y no volvieron a saber más de él. Nunca volvió a su hogar y sus padres no volvieron a recibir una llamada de su parte.

Kennet se sintió terriblemente desanimado y no podía creer que sus padres rechazaran lo que les estaba pidiendo y que no entendieran que él merecía ser tratado como cualquier otro ser humano, él también merecía un hogar.



Trascurrieron los días y los padres de Kennet recibieron una nueva llamada, en esta ocasión se trataba de la policía de Phoenix para notificarle que su hijo Kennet había muerto y al parecer se trataba de un suicidio pues se había arrojado de la azotea del edificio donde rentaba un apartamento.

Los padres de Kennet llenos de dolor y de remordimiento no se explicaban porque su hijo había actuado de esa manera cuando días atrás les había llamado lleno de ilusión por regresar a casa. Sin embargo, al llegar a la morgue se dieron cuenta del horrar que su hijo había estado viviendo en este tiempo, pues en realidad no hablaba de un amigo sino de sí mismo, pues era él quien había perdido un brazo y una pierna en la guerra y quería saber lo que sus padres pensarían al descubrir su triste realidad. Se cuenta que Kennet no pudo con el rechazo de sus padres, su soledad y sus tristes recuerdos de los días de guerra lo llevaron a tomar tan lamentable decisión.

Posiblemente los padres hubiesen aceptado la condición de Kennet por el hecho de ser su hijo pero ¿por qué no aceptarlo en alguien más? ¿Por qué nos cuesta tanto trabajo solidarizarnos con quienes son ajenos a nosotros?

De corazón deseamos que esta historia que aunque con certeza no sabemos si es verídica, nos ayude a reflexionar. Aprendamos un poco de ella, ya basta de que la sociedad continúe calificando por la apariencia, ya basta de superficialidades, de tener el corazón tan duro y no practicar valores, ¡ya basta de tanta inhumanidad! De nada sirve tener a manos llenas y ser perfecto en apariencia física si se está tan vacío por dentro. Dejemos a un lado la faceta de jueces y comencemos a darnos la oportunidad de conocer a las personas verdaderamente y a brindar nuestra mano a aquellos que nos necesitan sin esperar nada a cambio.



Todos merecemos ser tratados con respeto y sobretodo recuerda tratar como quieres ser tratado. El mundo está lleno de diferencias y es lo que lo hace exquisitamente increíble, aceptémoslas de una buena vez y demostremos con buenos actos de qué estamos hechos. COMPARTE esta increíble reflexión con tus conocidos.

Padres van a identificar a su hijo a la morgue — entonces descubren un SECRETO que les parte el corazón.

Para muchos de nosotros es muy fácil comprender o tratar de entender a los integrantes de nuestra familia, las puertas de nuestro hogar siempre están abiertas para ellos por considerarlos como una parte de nosotros mismos y aún más cuando somos padres pues consideramos que tenemos muchas cosas en común y nos sentimos muy identificados con nuestros hijos, sin embargo, cuando alguna persona ajena se encuentra en discrepancia con nosotros, siendo sinceros ¿en realidad somos tan tolerantes como con nuestros familiares?



Este escrito está basado en una leyenda urbana que nos invita a concientizar un poco de lo empático o apático que podemos llegar a ser.

La guerra de Vietnam había terminado y después de haber pasado años en combate, un soldado estaba listo para volver a casa y estar de nuevo al lado de sus padres a los que llamó antes de tomar el vuelo que lo llevaría a Phoenix. En esa llamada les dice que llevaría a uno de sus compañeros de combate para que lo conocieran, además probablemente pasaría un tiempo con ellos pues no tenía familia y en uno de los combates había sido gravemente herido; perdiendo un brazo y una pierna. De principio los padres estaban emocionados por el regreso de su hijo y estaban contentos con el amigo que lo acompañaría, sin embargo, al saber su condición los padres se quedaron sin habla.



Después de unos minutos en silencio, los padres informaron a Kennet que lo mejor sería que su amigo se las arreglara por él solo pues una persona con dicha discapacidad tan sólo se convertiría en una carga para ellos y ellos debían continuar con sus vidas, posiblemente alguna asociación u otras personas podrían hacerse cargo de él pero definitivamente ellos no. A pesar de la insistencia de Kennet, fue imposible convencer a sus padres, así que con el corazón destrozado colgó la llamada y no volvieron a saber más de él. Nunca volvió a su hogar y sus padres no volvieron a recibir una llamada de su parte.

Kennet se sintió terriblemente desanimado y no podía creer que sus padres rechazaran lo que les estaba pidiendo y que no entendieran que él merecía ser tratado como cualquier otro ser humano, él también merecía un hogar.



Trascurrieron los días y los padres de Kennet recibieron una nueva llamada, en esta ocasión se trataba de la policía de Phoenix para notificarle que su hijo Kennet había muerto y al parecer se trataba de un suicidio pues se había arrojado de la azotea del edificio donde rentaba un apartamento.

Los padres de Kennet llenos de dolor y de remordimiento no se explicaban porque su hijo había actuado de esa manera cuando días atrás les había llamado lleno de ilusión por regresar a casa. Sin embargo, al llegar a la morgue se dieron cuenta del horrar que su hijo había estado viviendo en este tiempo, pues en realidad no hablaba de un amigo sino de sí mismo, pues era él quien había perdido un brazo y una pierna en la guerra y quería saber lo que sus padres pensarían al descubrir su triste realidad. Se cuenta que Kennet no pudo con el rechazo de sus padres, su soledad y sus tristes recuerdos de los días de guerra lo llevaron a tomar tan lamentable decisión.

Posiblemente los padres hubiesen aceptado la condición de Kennet por el hecho de ser su hijo pero ¿por qué no aceptarlo en alguien más? ¿Por qué nos cuesta tanto trabajo solidarizarnos con quienes son ajenos a nosotros?

De corazón deseamos que esta historia que aunque con certeza no sabemos si es verídica, nos ayude a reflexionar. Aprendamos un poco de ella, ya basta de que la sociedad continúe calificando por la apariencia, ya basta de superficialidades, de tener el corazón tan duro y no practicar valores, ¡ya basta de tanta inhumanidad! De nada sirve tener a manos llenas y ser perfecto en apariencia física si se está tan vacío por dentro. Dejemos a un lado la faceta de jueces y comencemos a darnos la oportunidad de conocer a las personas verdaderamente y a brindar nuestra mano a aquellos que nos necesitan sin esperar nada a cambio.



Todos merecemos ser tratados con respeto y sobretodo recuerda tratar como quieres ser tratado. El mundo está lleno de diferencias y es lo que lo hace exquisitamente increíble, aceptémoslas de una buena vez y demostremos con buenos actos de qué estamos hechos. COMPARTE esta increíble reflexión con tus conocidos.

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